Obra de las más representativas de la época místico-nuclear. Es fruto de un Dalí apasionado por la ciencia y las teorías de la desintegración del átomo. El rostro de Gala está conformado por un escenario discontinuo, fragmentado, densamente poblado por esferas, que en el eje de la tela adquieren una visión y perspectiva tridimensionales prodigiosas. Es uno de los homenajes al rostro de Gala más elocuentes que Dalí ha realitzado y quiso que se pudiera ver en la Sala Palau del Vent de su Teatre-Museu en un caballete que había pertenecido a Meissonier, pintor del cual hay dos obras en el museo, que formaban parte de la colección privada de Dalí.